martes, 24 de abril de 2007

recorriendo el camino real

ya os contaba el jueves el principal plan que tenía para este finde ya pasado. ahora os cuento cómo ha ido. como el dicho tan conocido ... en dos palabras ... im-presionante!

el viernes fue un día más bien palicilla. arriba a las 8. duchita rápida. desayuno rápido (en mi línea, no soy de desayunos copiosos ni los findes, y menos si voy a conducir). recogí a marian (enfermera del servicio que se animó a venir) y como podéis suponer ... carretera y manta.

el viaje a bilbao tranquilito. es una autopista cómoda y sin tráfico (en contra, cara de narices). paradita a medio camino para estirar las patukis y tomar un mostito mañanero. marian hacía cinco años que no conducía y la animé a coger mi corsita, cosa que hizo a regañadientes pero que luego me agradeció. y por cierto, no lo hizo mal.

tuve un momento de crisis al no encontrar mi cámara. como dicen mis amigos mi cámara es un apéndice de mi mano. y qué iba a hacer en cares sin cámara? vale que jon y unai iban a llevar las suyas. pero a mí me gusta ir a mi aire sacando fotos por doquier (para eso están las digitales). así que me quedé con un disgusto de la pera. pero poco me duró. anda que iba yo ese día como una moto que al llegar a casa y abrir el neceser me encontré la cámara dentro. yo negaré haberla metido allí, pero obviamente fui yo porque la maleta la hice yo. en fin...

ya en algorta, tras tomar unos pintxitos en el irrintxi, referencia donde las haya de buenos pintxos en todo getxo (y si no lo conocéis, está en las arenas), cogimos a zigor y fuimos a erandio, donde nos juntamos con asier, karle, jon y unai. los siete magníficos listos para la aventura.

el camino hasta poncebos tranquilo. con más tráfico pero sin problemas. llegamos de hecho antes de lo que pensábamos, así que pudimos tomar un refresco en arenas de cabrales.
aquí la otra anécdota. ya digo yo que no era mi día, que yo no soy tan despistada. tras el merecido descanso subimos al funicular. quedaban veinte minutos para que partiera. el último del día. y de repente ... dónde está mi bolso? me lo había dejado en la silla del bar. eso me pasa por colgarlo en el asiento, cosa que no acostumbro a hacer. dejé a mis amigos estupefactos. el hecho de perder el último funicular (a bulnes sólo se accede o por funicular o andando hora y media, cosa que no me importaría salvo por el hecho de que me había recorrido seiscientos km) hizo que "enloqueciera". bajé de poncebos a arenas en tres minutos, conduciendo como una verdadera quinqui por una carretera que era todo curvas. para haberme matado, pero bueno, no fui tan quinqui. recuperado el bolso y volviendo a poncebos a tiempo para coger el funicular los nervios se me apaciguaron.
llegamos a poncebos tras siete minutos de subida en el funicular. la pena es que fuera subterráneo porque no había vistas más que la luz al fondo del túnel. lo bueno se tenía que hacer desear. pero la espera mereció la pena. salir del túnel y encontrarse en un valle rodeado de montañas con dos aldeas de calles empedradas (cuatro calles nada más) y casas de piedra y madera. nada de coches ni de farolas ni de nada que te haga recordar que estamos en el siglo XXI (salvo que hay luz ya gua caliente). la luz del atardecer dando el nombre de naranjo de bulnes al pico utriellu, majestuoso entre el resto de picos que le rodean.
tras dejar las cosas en la casa rural y distribuirnos en las habitaciones (a la antigua usanza, las tres chicas juntas y los cuatro chicos juntos), subimos hasta el mirador del naranjo de bulnes, inmortalizando con nuestras cámaras el atardecer sobre el valle, unas vistas privilegiadas. subimos a lo más alto que nos permitió la luz solar. el cansancio desaparecía de mi cuerpo a medida que las vistas mejoraban con el ascenso. soy una adicta a la naturaleza.
el ocaso llegaba y el hambre también. descendimos, nos juntamos con los demás (sólo subimos las cabras locas de jon, unai y yo) y cenamos juntos en el único bar del pueblo. la comida fue para mi gusto un poco pesada (huevos fritos, patatas fritas y chorizo) pero estaba todo buenísimo. eso eran huevos y patatas de verdad. tras la cena sobremesa en el recibidor de la casa rural (hacía una noche estupenda para estar fuera) jugando a cartas y bebiendo sidra. y antes de acostarnos, paseamos a bulnes de arriba (físicamente situado más alto, como el nombre indica) para ver las estrellas. jon, marinero y con conocimientos de astronomía, nos instruyó en constelaciones y, a pesar de la torícolis fue increíble ver el cielo repleto de tililantes astros.

nos acostamos pasada la media noche. me dormí escuchando el río correr valle abajo y me desperté con la claridad del nuevo día asomando por la ventana. me levanté un poco antes que los demás para ver amanecer. quería aprovechar al máximo mis doce horas en bulnes.

tras un suculento desayuno preparado por los dueños de la casa rural y despedirnos de ellos, con foto de rigor incluída, bajamos a poncebos e iniciamos el camino real ... o ruta del cares.
tengo cientos de fotos (literalmente, saqué más de trescientas) que no os puedo enseñar porque no sé que le pasa a mi blog que no me deja colgarlas (en cuanto pueda prometo compartirlas).
veinticuatro km. una etapa del camino de santiago. pero un paraje impresionante. se hizo duro el primer tramo, un repecho que parecía no terminar. pero luego todo llano. largo pero cómodo. con un recorrido lleno de curvas, puentes, canales de agua, cascadas, túneles, ...
el sol nos castigó por no haber madrugado (el primer funicular era a las diez y hasta las once no empezamos a caminar) y a pesar de la crema protectora nos cogió a todos. el terreno castigó a las muletas de zigor cuyos tacos sucumbieron a las piedras del terreno. llegada triunfal a caín.
comida y merecido descanso en una campa llena de flores, tocó levantar el campamento y regresar. se terminó. cumplí mi sueño. tuve un poco sensación de vacío y pena. una parte de mí quería que fueran de nuevo las once de la mañana.
de nuevo carretera y manta. paradita en unquera para tomar un refrigerio y comprar deliciosas corbatas de unquera, valga la redundancia. y llegamos a erandio. y nos despedimos.

p.d.: esa noche aún nos quedaron energías para salir por algorta y recordar las anécdotas del día, como ver una cabra subida a un árbol (y no se cayó) o que me cayera una piedra justo delante de mis pies (por un cm termino con chichón).

hasta la próxima!

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