la segunda semana del mes pasó sin pena ni gloria... hasta que llegó el fin de semana. el lunes batí mi récord llegando a atender a quince pacientes en urgencias. pero es que la guardia no era de urgencias, sino de oncología. lo mejor de todo es que aún pude dormir, así que imaginaros que todos esos pacientes los vi por la tarde, en ocho horas. tengo las suelas de los patucos desgastadas!
es cansado hacer seis guardias al mes, pero librarlas es ganar calidad de vida. aunque no duermas al día siguiente (mi cuerpo tiene el defecto de no saber dormir de día) desconectas al salir del hospital y además descansas, aunque no consigas dormir. así que pasé un martes tranquilo y muy charlatán, aunque con agujetas en los dedos puesto que fue chateo.
el miércoles aún me atreví a coger la bici. este año decidí no apuntarme al gym y seguir con el deporte al aire libre (me gusta el gym pero me agobia un poco el sitio cerrado y lleno de gente sudando) pero llegó el otoño y el viento de zaragoza no te pone las cosas fáciles en la bici. así que estoy optando por cambiar la bici por el footing, sólo que tengo que aprender a respirar y correr a la vez porque me da el flato. así me obligo jejeje...
el jueves tuvimos un curso al que acudimos medio servicio y que fue muy interesante, sobre algo tan básico y relativamente sencillo como el dolor. y después típica cena de pinchos patrocinada por el susodicho laboratorio. la verdad es que cuando empiezas la residencia y te invitan por primera vez a semejante festín (y cuando es comida de cuchillo y tenedor ni te cuento) hace ilusión pero después de unas cuantas pues como que ya uno lo toma como una rutina, pero realmente no lo es y me siento afortunada de poder disfrutar de ello.
el viernes fue cuando la semana pasó de ser rutinaria a especial. esta semana me tocó cubrir a irene en la planta. fue volver a mis orígenes. como terminamos pronto me fui a hacer hojas de consulta. y caminando por los pasillos del hospital me suena el móvil. era tom, el peregrino francés, para decirme que quería venir a zaragoza (algo que ya habíamos hablado) pero que no tenía vuelo, por lo que no podía ser. colgué y media hora más tarde me llama y dice que se viene el sábado. aproveché la tarde del viernes y la mañana del sábado para darle a la bici y para hacer recaditos varios, como resucitar mi ipod.
el sábado a las nueve y media de la tarde llegó tom. fui a recogerle. es especial reencontrarse con un peregrino fuera del camino. es algo que he vivido todos los años que he hecho el camino y nunca deja de emocionarme. vinimos a casa, cenamos y, como no, nos pusimos a ver fotos del camino y recordar esos felices días.
el martes pude compensar a tom por el abandono del día anterior. aunque casi me compensó él. me preparó un desayuno-comida que nos llevó casi dos horas. por la tarde paseamos por el centro para quemar las calorías extras y el chico-zara no pudo resistirse a la tentación y acabó con un jersey nuevo. chocolate de lujo en leónidas, cena de postín en el pastificcio y copa en el lago ness. buena compañía y muchas horas de conversación, a todo esto, en inglés, pero como ésta es una ciudad llena de erasmus...
el jueves le dejé en el aeropuerto antes de ir a trabajar. la verdad es que se me hizo dura la despedida. pero nuestros caminos se volverán a cruzar, la próxima vez en su tierra, donde espero poder estrenarme con los alpes.
hasta la próxima!
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